Sin título, sin nombre.

Les comparto mi escrito para la revista Coma Suspensivos. Sangre, dolor, pesar, congoja, almas laceradas, corazones destrozados, muerte… Palabras que suenan a lugares comunes de una novela de terror. Y quisiera que fuera sólo eso: El cliché de una historia macabra, en la que el mal hace de las suyas, pero al final triunfa el bien. ¿Será que México es la antesala del infierno? Que es ¿el infierno mismo? La metafísica me habla de leyes como la causa y el efecto, el ritmo o la polaridad, incluso de la existencia de un karma. El Cristianismo de un castigo divino, el Panteísmo como base del Budismo; de que Dios, la naturaleza y el universo son uno, y así, puedo buscar en todas las religiones, teorías o creencias que ha utilizado el ser humano digamos que para “agarrarse a algo”, pero ¿y para qué? Siendo sinceros, la realidad de la injusticia que existe en nuestro país empaña la visión de un mejor futuro. ¿A qué podemos aferrarnos cuando vemos que esas teorías religiosas no están surtiendo efecto? ¡A nuestra propia fuerza! Debemos levantar la voz, desgañitarnos, actuar. ¡Qué impotencia observar que se diluye frente a nuestros ojos la esperanza, la justicia misma sofocada tras la sombra de una dictadura maldita, donde la corrupción es la reina, donde el poder del dinero y la fuerza de las armas es rey! Es desgastante y aterrador aceptar esta realidad que nos cubre y nos devora, poco a poco, paso a paso, una telaraña cegadora nubla los ojos de muchos, mientras los gobernantes, cual parásitos, reptiles hambrientos, sanguijuelas sedientas, chupan, sorben, beben la sangre, esa sangre derramada de seres humanos que un día pisaron estas tierras y hoy están debajo. Incluso la sangre de los que seguimos vivos. Lo triste es que la gran mayoría no se levantará en contra de esta dictadura, que no habrá una revolución, porque lo cierto es que el miedo de perder a sus familiares y lo que se ha logrado nos detiene. ¡Sí hay comentarios, sí hay molestia, sí hay marchas, sí estamos cansados, sí queremos justicia! ¿Y qué más? La realidad de nuestro agonizante México no tiene nombre, no tiene título, es una herida en carne viva que supura y de verdad quisiera que existiera un karma, porque así tendría la certeza de que tanto dolor tendrá una recompensa.

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