La chica del morral.


La conocí una tarde de domingo.
Me encontraba sentado en la esquina de un viejo restaurante, de esos que te remontan a una época antigua, antiguo en su estructura y en su mobiliario, mi olfato podía percibir cierto olor a moho, quizá entre las paredes, quizá entre las cortinas o tal vez fuesen los manteles. Tomaba un café negro y sin azúcar que por cierto ya estaba perdiendo su tibieza y el mesero no se acercaba para preguntar si rellenaba la taza de barro. Levanté la vista de mi bebida y observé tras el gran ventanal que daba hacia la calle, una mañana impregnada de neblina, la ciudad empezaba a despertar. El agetreo humano no se detenía a pesar de que el cielo amenazaba con mojar todo a su paso, justo en ese momento la vi.
Ella, mujer de ojos grandes y negros como la noche que en aquel momento resultaron un enigma colosal para el corazón, ella de cabellos oscuros y piel tostada, caminaba tan erguida como su esbelto esqueleto se lo permitía, me representó una gacela en movimiento, llevaba puesto un abrigo rojo y una bufanda de colores, enfundada en pantalones de mezclilla y botas de tacón, su bolso era un morral que no coincidía con su atuendo, me intrigó saber cuál sería su contenido, ya que ella lo cargaba como si fuese la reliquia mas preciada del mundo.
Intenté sonreír al momento de que nuestras pupilas hicieron contacto, sin embargo, ella desvió la mirada para buscar un asiento por todo el restaurante sin reparar en mi persona, encontró su lugar cerca de mi mesa y yo como un idiota, durante algunos minutos sólo me limité a observarla de soslayo encontrando la ocasión para acercarme y preguntarle su nombre, no supe cuánto tiempo estuve ahí, petrificado, cautivado, amurallado por el miedo, ahora me pregunto: miedo a ¿qué? quisiera saber qué fue lo que me detuvo ahí, pegado en la silla, sin atreverme a cruzar mi frontera y dejándola escapar tras la puerta.
Han pasado algunos meses desde mi encuentro con la chica del morral, voy todos los días al restaurante, a la misma hora, con la finalidad de encontrarla para invitarla un café o lo que guste tomar, me he propuesto que nunca mas dejaré pasar alguna oportunidad en mi vida, porque después puede ser demasiado tarde. Ahora se que las personas aparecen por momentos cortos o largos en nuestra existencia y nos enseñan algo, no se si volveré a ver sus bellos ojos o descubrir su sonrisa, pero estoy seguro que no perderé la esperanza de encontrarla de nuevo en mi camino.

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OPORTUNIDAD INOPORTUNA PARA EL QUE IMPORTUNA.

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