Jacinta me miró a los ojos con ese resplandor natural de sus pupilas color caramelo, era una mirada inteligente, avispada, perspicaz y al mismo tiempo intimidante. Se me fue el alma al suelo creyendo que me había descubierto, que sabía que yo sabía lo que sabía porque estuve esculcando entre sus cosas y encontré su diario. Un diario que no era eso, sino una caja con figura y forma de diario, oculto en el fondo del armario. La vi escondiéndolo con sumo cuidado la semana pasada y no pude aguantar la tentación de conocer lo que guardaba tan celosamente cual tesoro y ahí voy como pirata a desenterrar sus secretos. Me he convertido en su cómplice y me siento muy mal, no sé cómo actuar natural, no sé cómo verla con otros ojos que no sean los que siempre la han visto. Ha sido el alma de esta casa, mi ayudante, consejera, la que me alimenta, la que me cuida. Le queda poco tiempo de vida. Ocultó los resultados de sus análisis en esa cajita. ¿De dónde saca la fuerza para actuar como si nada de aquello fuera cierto? ¿Para parecer tan fresca y natural como siempre? No sé qué sentir, estoy aturdida. Me ha preguntado qué me pasa y no tengo la respuesta. Argüí dolor de cabeza para escapar a mi recámara, para llorar por ella y su destino. ¿Acaso no es el mismo destino el que nos espera a todos? Quizá lloro por mi, porque cuando alguien parte se llora por uno mismo, ¿egoísmo? Me doy cuenta de que no he pasado suficiente tiempo con ella, me he negado a aprender sus recetas de cocina, a seguir sus consejos de mujer sabia, a escuchar con mayor interés las historias de su pueblo. Mañana sábado en cuanto amanezca le pediré me enseñe a preparar el pastel azteca que tanto me gusta, el calientito de las posadas y la gallina pinta. Trataré de no llorar, de no sentir lástima por ella o, ¿será que es lástima por mi? Ahora entiendo su consejo del desapego, me hace todo sentido su comentario del dejar ir, ahora comprendo que no llora por sus muertos pues está muy próxima a reencontrarlos. Trataré de ser muy fuerte y no derramar una lágrima, le haré honor a su fortaleza.
Aprendizaje.
Estuve ausente durante casi dos semana y en ese tiempo aprendí una gran lección, en alguno de mis escritos he comentado que siento que Dios nos habla a través de las personas y en efecto lo sigo creyendo, sin emabrgo, también creo que lejos de estar triste por lo que pasó, debo de estar consciente de que no siempre se dan las cosas como pensamos o queremos por alguna específica razón y eso es parte del aprendizaje. Les contaré brevemente mi anécdota. Recordarán que tenía pendiente un viaje a Ciudad de México para firmar contrato con el Politécnico Nacional, en el cual se llevaría a cabo la reimpresión de mi primer novela así como la distribición de la misma, pues bien, así lo hice, me dirigí a mi destino con gran emoción y para mi mayor desilusión me encontré con que todo había sido una mentira, el responsable de llevar a cabo la promesa de publicación solo estaba interesado en mi persona, —de la forma que se pueden imaginar claro está— queía un trueque, jajaja. Quizá esté acostumbrado...
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