Jacinta me miró a los ojos con ese resplandor natural de sus pupilas color caramelo, era una mirada inteligente, avispada, perspicaz y al mismo tiempo intimidante. Se me fue el alma al suelo creyendo que me había descubierto, que sabía que yo sabía lo que sabía porque estuve esculcando entre sus cosas y encontré su diario. Un diario que no era eso, sino una caja con figura y forma de diario, oculto en el fondo del armario. La vi escondiéndolo con sumo cuidado la semana pasada y no pude aguantar la tentación de conocer lo que guardaba tan celosamente cual tesoro y ahí voy como pirata a desenterrar sus secretos. Me he convertido en su cómplice y me siento muy mal, no sé cómo actuar natural, no sé cómo verla con otros ojos que no sean los que siempre la han visto. Ha sido el alma de esta casa, mi ayudante, consejera, la que me alimenta, la que me cuida. Le queda poco tiempo de vida. Ocultó los resultados de sus análisis en esa cajita. ¿De dónde saca la fuerza para actuar como si nada de aquello fuera cierto? ¿Para parecer tan fresca y natural como siempre? No sé qué sentir, estoy aturdida. Me ha preguntado qué me pasa y no tengo la respuesta. Argüí dolor de cabeza para escapar a mi recámara, para llorar por ella y su destino. ¿Acaso no es el mismo destino el que nos espera a todos? Quizá lloro por mi, porque cuando alguien parte se llora por uno mismo, ¿egoísmo? Me doy cuenta de que no he pasado suficiente tiempo con ella, me he negado a aprender sus recetas de cocina, a seguir sus consejos de mujer sabia, a escuchar con mayor interés las historias de su pueblo. Mañana sábado en cuanto amanezca le pediré me enseñe a preparar el pastel azteca que tanto me gusta, el calientito de las posadas y la gallina pinta. Trataré de no llorar, de no sentir lástima por ella o, ¿será que es lástima por mi? Ahora entiendo su consejo del desapego, me hace todo sentido su comentario del dejar ir, ahora comprendo que no llora por sus muertos pues está muy próxima a reencontrarlos. Trataré de ser muy fuerte y no derramar una lágrima, le haré honor a su fortaleza.
La Huida.
Jamás imaginé que publicar iba a ser un proceso tan lento, difícil y desgastante. Las editoriales nacionales, aparte de cobrarte una suma considerable, para ser exactos 60,000 pesos (no mencionaré el nombre de las mismas para no hacerles propaganda) se quedan con tus derechos y todavía se dan el lujo de pagarte de un 7 o un 10% sobre las ventas solamente (si es que las hay). Por tal motivo decidí hacerlo con una editorial extranjera que al menos no me robara mi obra, buena, mala, como quieras catalogarla pero mía. No cabe duda que para ser escritor se requiere de paciencia y perseverancia, vale la pena luchar por ver impreso nuestro trabajo. Los escritores seguiremos siendo unos grandes soñadores..... Qué sería de nosotros si no tuvieramos sueños? Si no tuviéramos una meta por alcanzar? A pesar de que "La Huida" finalmente está publicada, mi lucha continua, apenas he dado un paso, faltan muchos mas.....
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