Hasta ese día parará.

Llevo casi 5 años viviendo fuera de mi ciudad natal: Ensenada, Baja California. Sin embargo; cuántos de nosotros aunque no estemos físicamente en el lugar que nos vio crecer lo llevamos en la mente y el corazón, porque es ahí donde aprendimos a descubrir quiénes somos, de qué estaban hechos nuestros sueños, crecimos con esa mezcla de olores, sabores, costumbres y tradiciones que son tan ricos en México, al igual que los valores familiares… y los que estamos lejos valoramos bastante. Por eso cuando pienso y analizo lo que está sufriendo mi país, mi pueblo, me asalta un dejo de tristeza, de ver que no ha habido avance, sino por el contrario, un retroceso en el crecimiento tanto económico como humano y no porque todos los ciudadanos se conformen, sé que la mayoría busca evolución, mejora, pero los poderosos son tan egoístas para ver más allá de sus propias necesidades y su hambre de poder, que por la misma codicia intentan mantener al pueblo sumido en la penumbra de la imposición y desinformación, con ese autoritarismo arcaico que hemos venido experimentando durante generaciones, con el mismo patrón que ahora los ciudadanos jóvenes intentan quebrantar y otros no tan jóvenes que se unen a la causa. Sé que es un lazo difícil de romper ya que hemos arrastrado el estigma de una sociedad subyugada y maltratada por el clasismo, la prepotencia y la soberbia, que genera frustración en la clase baja la cual no tiene a qué afianzarse sino a su propia supervivencia, son pocos los que claman justicia que no estén padeciendo los estragos de la pobreza o sintiendo la impotencia de hacer sin lograr, ¿cómo podemos entonces incrementar la esperanza si vemos que aunque algunos protesten, la coacción lleva la delantera? Analizo esta situación desde un punto de vista quizá precario, porque no vivo en carne propia el problema, sin embargo, como muchos otros, veo a mi país ensangrentado, agonizante, con una fuerza latente de lucha, de esa lucha que no ve resultados sino freno. Con tristeza veo que esto no para y esto no para porque las personas cegadas de poder, no tienen consciencia de lo que es la riqueza, algo más allá del valor monetario, del estatus, no tienen consciencia de la justicia, de la humildad, esto no para hasta que la avaricia de unos cuantos sucumba ante la batalla ganada de muchos otros, cuando entendamos que somos seres humanos y no fieras enfrentadas para desgarrar, cuando despertemos de esta falacia de lo que realmente vale la pena, cuando al fin exista democracia, hasta ese día parará.

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