Ayer, mi marido y yo fuimos de compras navideñas.
Paseamos por el centro comercial tomados de la mano, disfrutando del panorama y del clima, hacía un día nublado y fresco, que amenazaba con romper en llanto; y aunque con un poco de preocupación de que eso sucedira, decidí aprovechar el momento.
El centro comerial es un lugar abierto, con pequeños jardines en el centro que lucen nochebuenas en tonalidades rojas y amarillas,con fuentes y estatuas circundadas por ventanas decoradas en diversos colores; rojos, verdes, blancos, azules, amarillos, con luces y adornos acorde a la época decembrina y claro, no podía faltar la persona vestida del personaje representativo que sentado en una casita se toma fotografías con los niños, mientras éstos piden sus regalos.
Después de un rato, decidimos tomarnos un café que nos reconfortara el cuerpo y degustar un delicioso pan danés, nos sentamos en una mesita en el patio.
Me gusta mucho observar a las personas, imgino qué sentirán, qué tienen en mente, qué las lleva ahí, cómo serán sus vidas. Me llama mucho la atención las parejas de ancianos y los que van tomados de la mano aún más, ¿cuántas historias habrá detrás de esos rostros?, algunos denotan paz, tranquilidad, otros con gesto adusto o con el semblante tenso, en fin, de pronto, una pareja salió de Macy's, les calculé unos sesenta y ocho años a ambos, el señor vestido de traje negro, corbata y sobrero, muy elegante, caminaba erguido y con la mano izquierda sostenía un paraguas, en la mano contraria llevaba una bolsa con el símbolo de la tienda. La esposa, vestida con un traje sastre de falda negro y blusa rosa, iba tomada del brazo de su marido quien la protegía de la ligera lluvia que empezaba a rociar el patio, después él caballerosamente abrió la puerta del restaurante para permitirle la entrada. A los pocos minutos pasó otra pareja adulta quien repitió el mismo procedimiento, él cargando las bolsas, ella tomada de su brazo, él abriendo la puerta y ella dejándose atender. Pero al mismo tiempo me percaté de que las personas jóvenes no tenían esa costumbre, cada quién por su lado,¿qué ha pasado? o él enfrente y ella atrás, cargando las bolsas, o él de lado pero sin tomar de la mano a su novia o su esposa. Es muy triste ver que se ha perdido esa atención, ya sea por falta de ella o por falta de él, de ella por permitir que eso pase y de él por no ser caballero.
Me siento afortunada de que mi marido aún me abra la puerta,de que aún me envíe flores o me diga al oído que me ama cuando vamos caminando por la acera tomados de la mano. No creo que sea cuestión de tiempos o de épocas, creo se debe hacer sentir bien a la persona que se ama y se puede demostrar con esos pequeños detalles, la mujer es una dama y el hombre un caballero, quizá soy chapada a la antigua, pero estoy segura de que el mundo sería un poquito mejor si se pusiera atención en esos pequeños detalles. ¿No lo creen?

Comentarios

Amanda ha dicho que…
en primera me encanta tu blogger
en segundo tu punto de la antigua con la cortesia van de la mano es decir me encantan y tienes mucha razon los detalles muy pocas personas las ven y tu eres una de esas,gracias por el relato
I really like it-
fascinat me
Nurkia Rudametkin ha dicho que…
Gracias Amanda!

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