Emma se encontraba sentada en una silla de madera, sus manos sostenían una fotgrafía, estaba haciendo un gran esfuerzo por tratar de recordar a la joven que posaba a un lado del árbol navideño, era alta, delgada, de sonrisa agradable y mirada tranquila, de cabello lacio y oscuro hasta los hombros. Sin embargo, su cerebro no le arrojaba dato alguno que pudiera proporcionarle una pista de quién carajos era aquella chica, aunque en el fondo el corazón le indicaba que tenían algún parentezco. Se levantó del asiento, colocó el pedazo de papel sobre la mesa que se encontraba a su diestra, caminó lentamente hacia el espejo del tocador, sus ojos se encontraron con un rostro surcado de arrugas, una cabellera cana y unos lentes que le agrandaban los ojos, que le daban un aspecto de búho, con manos temblorosas se tocó la piel, la sintió ajena, fría. En ese momento la puerta se abrió, la enfermera entró y le saludó: — Hola Emmita, buenos días, ¿qué tal pasó la noche? Emma no respondió, estaba inme...