El extraterrestre y yo.
La primera vez que vi al extraterrestre eran las seis de la mañana, a mediados de enero de 2003. Lo recuerdo perfecto, como si hubiera sido ayer, pues la impresión que me causó la llevaré conmigo toda la vida, así como su imagen. No puedo explicar con palabras la sensación que experimenté, era tan distinta al miedo o al temor, era tan peculiar como ese ente que tenía enfrente, quizá porque los miedos son aprendidos y temerle a un extraterrestre no estaba en la lista. Abrí los ojos por la fuerza de la luz que había en la ventana de mi recámara y lo descubrí ahí, parado a un lado de mi cama, observándome con sus ojos negros de ónix, con su piel translúcida entre el gris espectral y el blanco etéreo: Era bajito, flaco y sin sexo, con una raya delicada por boca y dos pequeños orificios en la nariz. Se quedó mirándome por un minuto o lo que a mí me pareció un minuto; yo, creyendo en ese momento que estaba en un sueño, me percaté que no era así y salí de la modorra para quedar estupefacta a...