Obsoleto.
Esperé largos meses tras el cristal hasta que finalmente una pequeña mano me sujetó y me observó con placer, la niña al mismo tiempo dijo: —Este está bien mami. Y la mamá me llevó a la caja registradora. La niña me sostuvo durante todo el trayecto, no quiso que me pusieran dentro de la bolsa, solo me soltó hasta que me colocó sobre su cama, justo minutos después pude sentir que la tinta de una pluma se desplazaba por los renglones de mis hojas haciéndome unas ligeras cosquillas, al momento de que la nena me contara sus mágicas anécdotas. Así transcurrieron varios meses, recuerdo que su cumpleaños estaba cerca y me platicaba lo emocionada que se sentía por tal motivo, hasta que el día llegó, sus papás entraron a su recámara por la mañana cantando las típicas mañanitas y colocaron una caja al costado de la cabecera, ella, emocionada, se apresuró a romper el papel que la envolvía. De pronto sentí que mi corazón (que aunque no lo crean tengo uno), dio un vuelco; —¡una computadora!— gritó l...